
Hablar de una ciudad es muy complicado, porque como todo en la vida, es algo subjetivo, depende de las impresiones y circunstancias de cada uno...
Así que haremos al reves, explicaré un poco mi forma de ser, y de ello veremos como ha resultado Donosti... o San Sebastián...
A mi hay una cosa que me fustiga, y no es otra que el éxito que te obligan a asentir en cosas que la gente ve como extraordinarias, es el caso de películas de estreno, películas que todo el mundo ensalza, comentan los detalles al punto de que no pierda la gracia, te hablan de los pechos de la protagonista, de lo guapo que es el actor secundario, de lo acojonante que debe ser la madre del guionista, porque una historia así solo la puede crear un dios de la narrativa, vamos que solo les falta pagarte para que vayas a verla...
Esas situaciones siempre acaban igual, con mi fustracción... es aquello de depositar tantas esperanzas y espectativas en una cosa, que al final, por mucho que te de... y digo mucho de muchísimo... no vale, no te llena, no te dice nada, porque todo está dicho...
Esto me sucede con muchos conceptos de la vida, canciones, rutas de bici, lugares para inmersiones de submarinismo, personas, libros, restaurantes... y la verdad, he dejado de escuchar a las personas cuando ensalzan tanto algo... los oigo, pero no los escucho, almenos en esos conceptos...
Así, llego a Donosti, con los oídos hinchados de comentarios extraordinarios a altos de esta ciudad, de años escuchando una y otra vez lo buena que es, y mil detalles más... la verdad es que la visita la he dilatado en el tiempo por eso mismo, por dejar los buenos auspicios atrás, aunque en mi memoria, que es prodigiosa para lo que ella muestra interés, no ha dejado que todos esos piropos pasen al rincón del olvido, y claro, se han colocado en mis pupilas...
El primer contacto, malo, malísimo... porque nuestro vuelo, ese del encuentro con la plantilla del RCD Espanyol de Barcelona, era a Bilbao, por lo que tuvimos que coger un coche de alquiler, y claro, para eso, Donosti no es la ciudad ideal, para encontrar aparcamiento, así que sin dudar, bueno, la verdad, después de dar mil vueltas a las calles colindantes al hotel, lo metimos en un parking...
Pero lo malo nació ahí, y murió en apenas unos... segundos...
La noche era cautivante, la temperatura ideal, ese punto en el que dudas si ponerte manga corta, o bien protegerte con una fina fibra... comenzar a caminar, el tráfico tranquilo, el hotel Londres, el ayuntamiento, magistralmente iluminado en la noche, la figura lejana de la estátua del Sagrado Corazón en el monte Urgull, digna en la oscuridad, iluminada en la noche... y sin casi darte cuenta, entre las calles, la catedral del Buen Pastor... que no os suene a catolicismo, que yo más bien me considero ateo... pero no puedo dejar de asombrarme con la magnificiencia y el acierto con el que han sido iluminados estos lugares de los que hablo...

Y por fin el casco viejo... jajajaja... ya estamos... el objetivo... aunque la verdad, la ansiedad pudo con nosotros, la semana había sido horrorosa, problemas por todos los lados, la historia del piso que nunca acaba, problemas laborales, ofertas de trabajo, mil dolores de cabeza, y Anabel con más de lo mismo, así que ambos nos lanzamos a la primera tasca... y pincho va... pincho viene... que si la cervecita para quitar la sed, que si luego el crianza... así, nuestros pasos nos fueron llevando cual bola de billar en una mesa de tapete turgente y agradable, de pared en pared, deleitando nuestro paladar, y a la vez, nublando nuestra razón...
La ebriedad en su justa medida es el mejor regalo de este mundo, los problemas... qué problemas?... lo máximo que yo veía problemático en ese momento, era controlar el cambio, y dejar la propina justa, sin excesos, ni defectos... no estaba yo para mucho más...

Los pinchos... la verdad es que cuando hable en la tercera parte, será más positivo... pero en esta primera, un tupido manto de vino de crianza, anuló muchos de los recuerdos de esa noche, dejando un rastro turbio... jajajaja... pero la gente fue agradable, el servicio limpio, aunque en algo sí que convergian, les pedías algo, y no asentían, eso sí, a los dos minutos estabas servido, eficientes, pero secos... jajaja... los prefiero así, que no zalameros y bromistas, pero que te dejan pasar hambre durante bastante rato... jajajaja...
Después de varias tascas, muchas, y de más pinchos, y el gran error, más vinos !!!... porque algo descubrí, la regla de oro, la que yo he visto que a mi me sienta bien, es que los pinchos siempre deben ir en número de dos, por delante del número de vinos, y esta vez no fue así, se quedaron por detrás... y claro... la mona... esa noche, dormimos tres en la cama, cama a la que casi no recuerdo como llegamos... esa noche Anabel y yo dormimos abrazados a la mona... y vaya mona...
Buenas tardes... pronto más...
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