El Metro... ya no es "mi Metro"...

Ayer me di cuenta de muchas cosas, principalmente que me he convertido en un hombre muy comodón, de esos que para ir a cualquier sitio se mueven con su cochecito, que no sé hacer nada sin él, que a pesar de que me encanta andar, y que los fines de semana paso horas y horas andando, en mi vida diaría he cometido un grave error, me he acomodado...

Ayer tuve que dejar el coche, aparcado, y coger... el Metro... sí, aunque parezca mentira, hacía muchísimos años que no iba en el Metro de Barcelona, conozco más el de Nueva York, o Roma, que el de mi ciudad. Suerte de ello, porque hay muchísimas cosas que han cambiado, sobre todo las técnicas prevías a la entrada.

Recordaba cuando había tres o cuatro personas que te vendían los billetes, con sus colas, o las tarjetas T-10 largas, de las que metías en una máquina, y esta te las troquelaba, cuantos de nosotros no las hemos trucado, añadiendo una última casilla, y si no recuerdo mal, pasando el rotulador negro por detrás.

Y qué decir de los accesos, recuerdo que se trataba de una minibarrera a la altura de la cintura, con un aparato que giraba, y evitaba que solo pasara una persona. Qué fácil era saltarlo, o bien, pasar dos juntos, bien apretaditos, sobre todo si era una chica... jajajaja... colarse era algo sencillo, tal vez demasiado, pero esos tornos han pasado a la historia. Ahora tienes unas máquinas diabólicas, con unas ranuras donde introduces un billete o un tarjeta de multiviajes, te la devuelve por otra ranura.

Y entonces viene lo peor, esa especie de máquina diabólica que tiene dos hojas que impiden el paso, altas, porque ahora lo son, y de pronto se abren, y en tu mente se dibuja la posibilidad de que justo al pasar, se cierren y te enganchen... con qué fuerza apretarán?... dolerá?... la verdad es que funciona y es útil.

El anden es muy parecido a lo que recordaba, cambios tiene, pero pocos, siempre lo mismo, la tecnología, en aquellos tiempos no había carteles luminosos que te indicaran cuanto faltaba para el siguiente convoy. Pero todo el resto era igual.

El convoy estaba delante mío, era idéntico, el mismo modelo, nada cambiaba, por fin el auténtico viaje comenzaba. El olor... ese olor... el mismo, idéntico... extraño, no molesto, pero peculiar, ese que en verano te recibe con su frescor, pero con un punto de aroma a ... digamos... pipi... no sé, debe ser el aire de los equipos de refrigeración...

Se cierra la puerta... y el pi-pi-pi-pi de antes, de siempre... los paneles con sus lucecitas rojas siguen igual, la línea roja, la L-1. El vagón es más sonoro, me imagino que el paso del tiempo debe hacer mella en sus mecanismos de amortiguación. El suelo es del mismo material, del mismo color, los asientos idénticos, las manetas iguales.

Cierro los ojos por un momento, y me vuelvo a ver hace años. Dueño de los reflejos en los cristales, porque nunca me gustó sentarme, siempre me gustaba estar de pie, apoyado el trasero en la barra de soporte junto a la puerta, y mirar a través de los reflejos el comportamiento de la gente, su movimiento, como son, quien hay... y todo volvía a ser lo mismo... pero no... su público es muy diferente, vario pinto, nunca había creído que llegaría a ser tan diverso, tanta mezcla.

Recuerdo como de joven me encantaba jugar con las miradas, buscar unos ojos bonitos, arrancar una sonrisa, ser seductor, por unos minutos, por unos segundos... jugar a mantener la mirada, y sentir como la cobardía te hacía retirarla cuando encontrabas a una mujer fuerte, o como cuando bajaba, y el vagón arrancaba, esperar el cruce de miradas entre la persona que camina, y la que va en el tren, y encontrar como se buscan los ojos, las miradas, y sentir una alegría enorme... me encantaba eso, era como ganar autoestima...

Pero ahora es diferente, me encontré con los brazos cruzados, en posición de defensa, de miedo, de inseguridad, de no estar cómodo... tal vez tenga que usarlo más, bastante más, contaminaré menos, y me haré más humano...

Fue bonito volver al pasado... sentir de nuevo los veinte años en el recuerdo... en el reflejo de los cristales mientras circulas por los túneles... pero la vida sigue... y hoy soy feliz... gracias Metro....