miércoles, 4 de febrero de 2009

Volviendo a los orígenes, porque es la única salida...


Ayer era martes, y como dice una amiga, ni te cases ni te embarques, pero no fue mal día, tal vez llevo varios de ellos en los que mis mañanas van acompañadas del traje de la seriedad, porque en mi mundo laboral ahora toca eso, ser responsable más que nunca, no cometer errores graves, y solventar y capear las tormentas que se avecinan.

Pero aún así, el día fue bueno. Me tocó madrugar, pero como todo en la vida, luego tiene su recompensa, así a las tres de la tarde estaba en casa, sí, como los banqueros, jajaja... que vida, y se quejan, bueno los de las cajas de ahorros, porque los jueves trabajan por la tarde, maldita sea.

A lo que iba, pues eso, llegar a casa, cambiarme y pillar la bici. Loco ??? eso es poco, estoy más para allá que para acá, pobre de la mujer que acabe conmigo, o eso sería lo ideal, una que acabara conmigo para siempre, vamos que me exterminara...jajajaja. Salí a la montaña, y como no, barro, agua, más barro, más agua. Pero la salida valió la pena, dura de las de verdad, subida tras subida, pero viviendo el momento, son ratos en los que olvidas mil historias, y sin casi darte cuenta, las vuelves a meter en la cabeza, ordenadas, claras, concisas, y a veces hasta con soluciones.

Ayer me machaqué, estaba casi acabando, con las piernas doloridas, y de pronto pensé en girar, volver a subir otra vez la montaña, era una lucha de titanes, mi mente que decía "puedes con ello", y mi cuerpo que me decía que no. El mundo de la bici de montaña es un poco como la vida real, es mucha psicología, es poder de la mente sobre el cuerpo, pero con un control, claro está. Así que me encaminé montaña arriba, me decía a mí mismo que podía hacerlo, pero que no pasaba nada, que si en algún momento desfallecía, girar y bajar, y volver a casa por el rio ancho y plano.

Así llegaron los primeros puntos claves, donde misteriosamente colocas imágenes o hitos de tu vida que te llenan, y te impulsas una vez más, sacas esas fuerzas que crees no tener, y miras hacia arriba, ves la cima cerca, mucho más que antes, aunque sabes que en 200 metros la volverás a ver lejos, porque es así, poder de mente no contínuo. Pero la lucha es eso, sufrimiento y sacrificio, tal vez lo que hemos ido abandonando en nuestra forma de vivir, hemos querido tener una vida sencilla, cómoda, tranquila, sin tener que aguantar muchas cosas, y tal vez esta crisis que todos vivimos, nos está enseñando mucho más de lo que nos creemos, tal vez nos enseña que somos unos privilegiados, que aún a malas estamos bien.

Seguir con el sacrificio, seguir subiendo, y de pronto ves cercano el final, entonces es el momento de más tranquilidad, es algo que he aprendido en el submarinismo, el momento de relajar la mente, de no stressarla más de la cuenta. Cuando llega un momento complicado, es cuando más frío debes ser, cuando más debes controlar tu próximo movimiento, porque de ello pueden derivar muchas complicaciones o problemas, así, toca ser cauto y resolutivo, lo que se espera de un buen ingeniero, jajajaja... he dicho bueno, no ingenierucho...jajajaja...

En esas últimas rampas, es cuando tienes que mantener el ritmo, no apretar, no ahogarte, no reventar, no tener una subida de gemelos, y así llegas al punto más alto, entonces la emoción que vienes albergando, y que has sabido manejar te llena, notas como un calor por el cuerpo sudoroso, notas como los pelos de la cabeza se cargan de tensión, una fuerza que te oprime por encima de las orejas, notas la nuca rígida, los brazos tensos, y entonces la emoción te embriaga y no te deja ver, son lágrimas, lágrimas por lo que has sufrido, y ahora tiene su recompensa, es un acto deportivo, un esfuerzo físico, pero en verdad es lo que pretendes en la vida.

Todos tenemos nuestras cuestas, nuestras subidas, que requieren de nuestra dedicación, de perder horas que se invierten sin saber si el resultado vale la pena, pero os digo que no es eso lo que empuja, lo que empuja es el acto de conseguirlo, de probarlo, de trabajártelo, porque al final, en la cima todo es lo mismo, solo queda la bajada, y buscar otra cima para volver a subirla, o tal vez subir otro día la misma y tardar menos. Eso son nuestras vidas, constantes cimas que hay que subir, así que cada uno marque su ritmo, y sea como debe ser.

Llegar a casa y ducha, y como no, reventado, pero ni ganas de pensar tenía, así la tarde se fué adueñando de la luz, y como no, la noche irrumpió cual vendaval. El tiempo se aprovechó para hacer unas cosillas, y llego la hora de dormir, pero algo me sorprendió, apenas cerrando los ojos, empecé a ver una película, interesante, la había visto anunciada en Antena3.

No pude dejar de verla, era como esos libros que abres y necesitas ver, leer, vivir, saborear, buscar, entender, comprender, acabar. Y eso hice, acabé de verla, pero valió la pena, uno Al Pacino, actor donde los haya, y otro,Matthew McConaughey, que está bueno el tio, bueno no, buenísimo ,la nueva imagen de mi colonia preferida, Dolce & Gabbana, y no hago publicidad, porque a lo mejor no se escribe así, pero me da igual.

La película tiene su argumento, del que no voy a hablar, pero la idea principal, el sentido de la historia es el abandonar los orígenes, orígenes que al final son lo que marcan el devenir de las personas, su éxito o fracaso, los sueños de una vida se gestan en los orígenes, no en los anales de la vida, el que tiene un sueño a los cuarenta años, no es un sueño, es una reiteración de ideas y de experiencias, y que al final lo ubica para darle un sentido a su vida.

Un sueño se tienen en la pubertad, o en la infancia, o en la juventud, un sueño que te alumbra, que te da un don, porque sabes que lo puedes conseguir, hay quien sueña con su bodega, hay quien sueña con tener esa familia y esos hijos que quiere ver crecer, hay quien sueña con ser alguien en la vida, tal vez en lo deportivo, o tal vez simplemente en su carrera profesional, hay quien quiere subir a la luna, y hay quien quiere bajar de ella, hay quien es feliz con lo que tiene, pero quien no ha tenido un impulso y lo ha vivido, como si fuera real, una alucinación tal vez, pero son tan maravillosas mientras duran.

Ahi radica todo, radica en no cambiar demasiado en la vida, porque entonces acabas siendo otra persona, que viste diferente, que piensa diferente, que respira diferente, que hasta huele diferente, por ello hay que intentar ser auténticos, pero sin ser aberraciones que tienen su vida poscrita o cerrada al resto del mundo, hay que amoldarse, pero ser quien somos, y quien hemos soñado ser, porque solo de esa manera volveremos a encontrarnos, volveremos a poner esa sonrisa que tanto maravilló, sobre todo a nosotros mismos, la sonrisa que tenía anoche que no podía dormir, la que todavía llevo marcada en los labios.

Y mis sueños cumpliré... aunque un buen sacrificio me costará....



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