jueves, 19 de junio de 2008

Lo más puro ... el Amor de verano… Amor con fecha de caducidad…

Ayer escuchaba la radio, un programa normal, pero con algo un pelín especial, es una cadena de música comercial, y no voy a dar el nombre, pero creo que de siete a ocho de la tarde la gente puede enviar un sms, o la llaman y dedican una canción, siempre comercial.

El locutor, personaje agradable, no como otros que se creen mega listos, llamó a alguien, que ya esperaba la llamada, era una cría, y dedicó la canción a sus padres, como no, y a un par de amigas, y cuando parecía que ya estaba todo dicho, dijo entre dudas, miedos y ansiedad, dijo un nombre Pol… y acto seguido comentó, “espero volver a verlo este verano…”… el locutor, casi por resorte le preguntó, “ un novio de verano?”, y ella dijo… “ no tanto…”… en ese mismo instante se me vino todo encima… jajajaja… la canción… algo así como “ looking for a love “ o “ waiting for a love”… vamos, esperando el amor… digo yo que sería a Pol… ahora, todavía emocionado, se me humedecen los párpados, porque esa sencillez y candidez es la que tenemos, les dedicaba la canción a los padres, y a las amigas, pero a quien de verdad estaba dedicándoselo era a aquel hombre, porque para ella es un hombre, Pol, y creo que no tenía ni los 12 años.

Hoy hablo de eso, de lo perdido, de lo que quedó atrás, pero no en lo negativo, no, hablo de esos veranos cuando existían las 4 semanas de vacaciones, de cuando los coches no tenían aire acondicionado, de cuando te tirabas dos o tres horas cargando el coche, en la puerta de casa, departiendo con todo el que pasaba, sin esconderse, sin ocultar nada, sin preocuparte de dejar las persianas medio bajadas, o negociar con alguien que te vaciara el buzón para que no se viera que estabas fuera. De cuando tus amigos te miraban con envidia, pero envida de qué !!!! Joder, si me voy a pegar un viaje de 10 horas, con cinco personas en un coche lleno de maletas, bultos, y demás historia, y no voy a llevar lo que yo más quería, mi bici, tema que me había costado más de una riña y de un enfado con mi padre, porque claro, en el coche me importa poco que vaya la ropa y todo lo demás, como si la abuela no viene, que se vaya en avión que está mayor, pero cometer el sacrilegio de separarme de mi bici, cuando va a ser lo que más voy a necesitar… jajajaja…

Por fin llegabas a la provincia de Granada, un cartel te llenaba la vida de alegría, de amor, de esperanza, y de pronto preguntabas cuanto quedaba para llegar al pueblo, y te decían 250 kilómetros, eso para ti no era nada, un paseo, una minimiedad, un respiro y ya está… tres o cuatro horas después estabas hasta los mismos, carreteras tortuosas, puertos de montaña, colas, atravesar pueblos, semáforos y aquel sofocante de las primeras horas del día, porque en aquel entonces la gente viajaba de noche para evitar los calores infernales… y de pronto aparecía el pueblo en el fondo de un valle, mirabas y veías 4 casas, y digo cuatro por poner un número elevado…jajajaja… no eran cuatro, pero era la percepción que te daba, acostumbrado a ver bloques de edificios llenos de gentes, impersonales, de pronto ver aquello tan blanco, tan pulcro… luego ya cuando bajabas por las primeras casas mirabas como un poseso, y claro esperabas a la morenaza andaluza de turno, en cambio veías a gente mayor, arrugada, trabajada por las horas al sol, y la gente joven ? … Después de dos horas descargando el coche, te dabas un paseo con tu primer primo que aparecía, porque yo estaba acostumbrado a tener 3 o 4 primos, pero allí en diez minutos te presentaban a 15 o 20, fenomenal, alucinante… pues eso que te dabas el primer paseo, con la ansiedad del que no conoce, y quiere saber, del que ansia encontrar lo que no sabe ni que es, el que busca sin objetivo… y aparecían las niñas por el río, caminando… los juegos de miradas… ser el chulito que viene de Barna…jajaja… todo eso era lo importante…

Hoy todos vivimos historias de amor, pero no estamos preparados para compartir lo que vivíamos en ese momento, iniciábamos un lanzamiento al vacío, nos dejábamos abrazar y querer como no somos capaces ahora, entregabas todo lo que tenías, y sabías que era poco, y aún así buscabas más dentro de ti para hacer feliz a esa persona. Compartías cada segundo posible, te levantabas pronto para verla, comías a penas nada para que no te castigaran si hacías falta a la hora de comer, jugabas toda la tarde, y luego, luego lo mejor, la ducha en casa, con agua fría porque no había calentador en la casa del pueblo, y no ibas a esperar a que se calentara la olla de agua que luego se mezclaba con agua fría, no, te duchabas entre tiritones, gritos, frío y no sé cuantas sensaciones… subías corriendo y te ponías guapo, porque por la tarde había que estarlo, aunque fuera para compartir un helado.

Ya no hablo de cuando cumples los 18 años, y llegas por primera vez al pueblo pero conduciendo tú, eres el rey, el puto amo… y volvías a reencontrar los amores pasados, o los nuevos, y volvías a tirarte al pozo ciego, sin importar que todos esos amores eran con caducidad, con momento de final. Tus fines de semana no son como los de los viajes de ahora, donde una guía recoge todos los museos, plazas y demás cosas que interesan por ver, y caminatas enormes para visitar y devorar en tres o cuatro días lo que se debe ver en dos semanas. No, los fines de semana eran recorrer con el coche a petar de gente, todos los pueblos que estaban en fiestas, fiestas que eran cuatro chambaos, con música que no importaba si era buena o mala, pero lo importante era compartir, bailar, beber, disfrutar, recuerdo que a las 5 o las 6 de la mañana había gente en tu coche en el camino de vuelta hasta en el maletero, se vivía feliz, se disfrutaba, y no era solo la edad, era la despreocupación de todos los prejuicios, pesos morales, leyes de la sociedad, opiniones de los otros, nada importaba porque te lanzabas y punto.

Luego llegaba el momento amargo, el peor, llegaban las últimas 48 horas, horas que pasaban volando, horas que parecían segundos en el reloj, y peor era si te ibas tú antes que ella, porque ya tenías tiempo para sentir pena, no, la dejabas abandonada, no había móviles ni sms en aquellos tiempos, y mucho menos blogs o loquo… compartías la penúltima tarde, querías decirle mil cosas que te quemaban por dentro, pero te mostrabas natural, tranquilo, o era lo que pretendías… el último día dos versiones se agolpaban en tu mente, una no verla, no hacer que aquello fuera más doloroso, desaparecer debajo de la cama, o tal vez ser absorbido por la almohada, meterte en el coche y esperar las 12 horas que quedaban y que sin darse cuenta de tu falta, la gente simplemente subiera al coche y iniciaras camino de vuelta. Pero no, te armabas de valor e ibas en su busca, como cada tarde, te esperaba con todo el grupo, pero sabías que era especial, que tenías que buscar tu momento, y lo tenías… y cuando todo lo que pensabas que podía ocurrir iba a ocurrir, palabras, promesas, dichos, … todo era lo contrario, eran ojos que se miraban con amor, en silencio, gritando con el corazón, llorando con el alma… aquello era amor…

El viaje de vuelta, un tormento. La radio no la ponías, porque cualquier canción te hacía recordar momentos vividos, momentos que se han quedado con nosotros para siempre, hoy en día de vez en cuando escucho una canción, de Pet Shop Boys, la canción es “It´s a sign”, bufff que recuerdos, y qué música, como ha cambiado todo, pero hoy en día cuando la oigo, paro el coche, la escucho, y por unos minutos, cierro los ojos y vuelvo a vivir aquellos momentos… como dice la canción … “es un pecado” no poder enamorarnos como lo hacíamos entonces..

… y el verano empieza la semana que viene…

Agur


1 comentario:

MASABU dijo...

¡Sencillamente genial!